Hipócritas y sinvergüenzas
Hipócritas y sinvergüenzas
Decía don Arturo Jauretche que los argentinos éramos los únicos habitantes de esta tierra que estábamos indefensos, porque no teníamos ni embajador ni cónsul. Con esto documentaba una realidad cotidiana de nuestra Argentina colonial: los argentinos somos los únicos efectivamente discriminados, sin nadie que nos defienda.
Cualquier pelafustán de medio pelo, puede llenarse la boca contra nuestros compatriotas más humildes, tratándolos de negros de mierda, negros sucios, negros vagos, negros borrachos, etc., y no habrá ningún abogado, ningún grupo de derechos humanos, ni el INADI, ni un legislador que salga a defenderlo. Por supuesto, ningún cónsul o embajador. Pero bastó que Pablo Moyano se callara la boca ante la opinión de otro delegado del gremio de camioneros que manifestó que los dueños de comercios “tanos, gallegos y judíos son jodidos, pero que los chinos son insoportables”, para que se desatara una verdadera catarata de acusaciones por discriminación. Hasta un abogado presentó una querella ante la justicia basado en la ley antidiscriminatoria contra Pablo Moyano por…callarse la boca. Los periodistas de radio y televisión suspendieron las noticias del Mundial de fútbol, para desgarrarse las vestiduras “por el flagrante atentado contra las libertades democráticas”. ¡Que terrible! Pretendían sin duda, que le cerraran la boca de un castañazo al delegado. Como si un argentino, en su tierra no pudiera opinar como se le antoja, tenga o no tenga razón. Como si un delegado obrero, en la casa de los trabajadores no pudiera, estando en su casa, opinar como quiera, tenga o no tenga razón. Y los jueces, que no pueden dejar presos a narcotraficantes, violadores, pedófilos y demás degenerados, ¿aceptan estas denuncias ridículas?
Yo no voy a defender a ambos Moyanos, padre e hijo. Ellos sabrán como defenderse solos. Y si no saben, que se jodan, ya son grandes, que aprendan. Pero me interesa defender, ya que nadie lo hace, el derecho de cada argentino a manifestar lo que se le antoja, cuando se le antoja y como se le antoja, tenga o no tenga razón. Porque ese es el primer derecho humano que debemos rescatar los argentinos: la libertad de opinar lo que queramos. Porque parece que esta curiosa ley antidiscriminatoria va para un solo lado, y tiende, sobre todo, a callarle la boca a los criollos y a dejar que opinen las minorías. En realidad, parece que sólo se legisla para las minorías, sean estas nacionales, religiosas o sexuales. Y más que esto, a imponer estas opiniones a todos, sin el menor derecho a discusión. Si alguien discute aunque sea un punto o una coma, ya es un totalitario, un intolerante, antidemocrático, discriminador, racista, homofóbico, antisemita, nazi, fascista, etc.
Hace un tiempo nos enteramos con horror del caso de varias familias bolivianas reducidas a la servidumbre y la esclavitud, que trabajaban en un taller de ropa. Se produjo un incendio, fruto de las condiciones precarias del citado taller, y murieron 6 personas, casi todos chicos. El dueño es judío. Cuando los sobrevivientes especificaron esta condición del explotador, se les tapó la boca inmediatamente, porque eso era discriminatorio. ¿Y los muertos? Eran seis bolitas. No hay ningún detenido.
En estos días la Corte Interamericana de Justicia tratará el caso de dos argentinos, padre e hijo, que desde hace 12 años sufren una sistemática persecución por parte de varios servicios de inteligencia y de la justicia por suponerles alguna vinculación con el caso AMIA. No hay pruebas, no hay indicios, pero…los dos argentinos tienen apellido árabe. Todas las gestiones realizadas por el abogado defensor ante diversos organismos, incluidos el INADI, han tenido como respuesta un silencio sepulcral.
También se puede agredir la sensibilidad religiosa de todo un pueblo, como en el reciente caso del código Da Vinci, o en la anterior exposición de León Ferrari y si alguien, aunque sea tímidamente se atreve a protestar, se lo tilda inmediatamente de intolerante, oscurantista, etc.
¿Estos casos no son discriminación? ¿Y si a alguien se le hubiese ocurrido presentar una escultura en una exposición con, por ejemplo, una estrella de David dentro de un inodoro, hubieran sido también tan tolerantes? Lo dicho: hipócritas y sinvergüenzas,
Volviendo al caso del principio, hay un camionero internado con una herida de bala. Quien efectuó el disparo es el dueño de un supermercado chino. ¿Algún organismo oficial o privado se preocupó por él? ¿Algún organismo, oficial o privado, se preocupa seriamente sobre las condiciones de explotación que sufren los trabajadores argentinos en los supermercados, chinos o multinacionales? ¿Alguien se preocupa seriamente sobre los argentinos que duermen en la calle, o revuelven la basura para encontrar algo que comer, o salen a cartonear? ¿De los discriminados económicos quien se ocupa en la Argentina? ¿Quién se ocupa de los argentinos? ¿Hay discriminados de primera, rubios de ojos celestes y discriminados de segunda, negros, peloduros, latinoamericanos, criollos? ¿Quién nos defiende a nosotros?
La respuesta es clara: debemos defendernos solos. Hoy como siempre y desde hace 200 años, los argentinos debemos defendernos solos. Nadie sobre la faz de la tierra saldrá a defendernos si no lo hacemos nosotros mismos. Dejemos a los pacatos y tilingos como buenos maricones que son, se horroricen de nuestras opiniones. Nosotros debemos decir la verdad sin tapujos y llamando las cosas por su nombre. Estamos en nuestra casa. Y si los chinos o quien sea, la quieren ir de pesados, que lo hagan en otra parte, no en la Argentina. Los argentinos somos hospitalarios y tolerantes, eso lo muestra nuestra historia. Aquí vinieron gentes de todo el mundo y se los recibió, y pudieron trabajar y vivir su vida sin que nadie los molestara, como no se dio caso en ningún otro país del planeta. Lo prueban nuestros apellidos, donde no falta ninguna etnia. Tanos, gallegos, turcos, judíos, polacos, rusos, armenios, alemanes, servios, africanos, japoneses, bolivianos, paraguayos, chilenos, anarquistas, republicanos españoles, falangistas, comunistas, liberales, socialistas, católicos, musulmanes, evangelistas y, repitamos, judíos, todos vinieron y no se les preguntó nada. Ni que pensaban ni cuanto tenían.
Quien quiso integrarse a la comunidad argentina lo hizo sin la menor restricción. Esta fue siempre tierra de asilo, de mano tendida. Algo que no pasa cuando algún argentino quiere radicarse en el exterior.
Pero si somos hospitalarios y tolerantes, no somos estúpidos. No van a venir a dictarnos como debemos vivir y como debemos pensar, y mucho menos van a venir a amedrentarnos y a corrernos con la vaina de la discriminación. Aquí nunca se discriminó a nadie. Si acaso, son las minorías las que discriminan a las mayorías nacionales. Y las discriminan económica, social, cultural y políticamente.
Los argentinos estamos solos. Debemos desandar el camino para volver a reencontrar el orgullo de haber nacido en esta tierra bendecida por Dios. Si reencontramos ese orgullo, si la azul y blanca anida en nuestros pechos mucho más allá de un mundial de fútbol, no habrá nadie que nos pueda correr a los ponchazos. Seremos verdaderos artífices de nuestro propio destino.
Y si canto de este modo
Por encontrarlo oportuno,
No es para mal de ninguno
Sino para bien de todos.
Rubén Oscar Tamborindeguy
Decía don Arturo Jauretche que los argentinos éramos los únicos habitantes de esta tierra que estábamos indefensos, porque no teníamos ni embajador ni cónsul. Con esto documentaba una realidad cotidiana de nuestra Argentina colonial: los argentinos somos los únicos efectivamente discriminados, sin nadie que nos defienda.
Cualquier pelafustán de medio pelo, puede llenarse la boca contra nuestros compatriotas más humildes, tratándolos de negros de mierda, negros sucios, negros vagos, negros borrachos, etc., y no habrá ningún abogado, ningún grupo de derechos humanos, ni el INADI, ni un legislador que salga a defenderlo. Por supuesto, ningún cónsul o embajador. Pero bastó que Pablo Moyano se callara la boca ante la opinión de otro delegado del gremio de camioneros que manifestó que los dueños de comercios “tanos, gallegos y judíos son jodidos, pero que los chinos son insoportables”, para que se desatara una verdadera catarata de acusaciones por discriminación. Hasta un abogado presentó una querella ante la justicia basado en la ley antidiscriminatoria contra Pablo Moyano por…callarse la boca. Los periodistas de radio y televisión suspendieron las noticias del Mundial de fútbol, para desgarrarse las vestiduras “por el flagrante atentado contra las libertades democráticas”. ¡Que terrible! Pretendían sin duda, que le cerraran la boca de un castañazo al delegado. Como si un argentino, en su tierra no pudiera opinar como se le antoja, tenga o no tenga razón. Como si un delegado obrero, en la casa de los trabajadores no pudiera, estando en su casa, opinar como quiera, tenga o no tenga razón. Y los jueces, que no pueden dejar presos a narcotraficantes, violadores, pedófilos y demás degenerados, ¿aceptan estas denuncias ridículas?
Yo no voy a defender a ambos Moyanos, padre e hijo. Ellos sabrán como defenderse solos. Y si no saben, que se jodan, ya son grandes, que aprendan. Pero me interesa defender, ya que nadie lo hace, el derecho de cada argentino a manifestar lo que se le antoja, cuando se le antoja y como se le antoja, tenga o no tenga razón. Porque ese es el primer derecho humano que debemos rescatar los argentinos: la libertad de opinar lo que queramos. Porque parece que esta curiosa ley antidiscriminatoria va para un solo lado, y tiende, sobre todo, a callarle la boca a los criollos y a dejar que opinen las minorías. En realidad, parece que sólo se legisla para las minorías, sean estas nacionales, religiosas o sexuales. Y más que esto, a imponer estas opiniones a todos, sin el menor derecho a discusión. Si alguien discute aunque sea un punto o una coma, ya es un totalitario, un intolerante, antidemocrático, discriminador, racista, homofóbico, antisemita, nazi, fascista, etc.
Hace un tiempo nos enteramos con horror del caso de varias familias bolivianas reducidas a la servidumbre y la esclavitud, que trabajaban en un taller de ropa. Se produjo un incendio, fruto de las condiciones precarias del citado taller, y murieron 6 personas, casi todos chicos. El dueño es judío. Cuando los sobrevivientes especificaron esta condición del explotador, se les tapó la boca inmediatamente, porque eso era discriminatorio. ¿Y los muertos? Eran seis bolitas. No hay ningún detenido.
En estos días la Corte Interamericana de Justicia tratará el caso de dos argentinos, padre e hijo, que desde hace 12 años sufren una sistemática persecución por parte de varios servicios de inteligencia y de la justicia por suponerles alguna vinculación con el caso AMIA. No hay pruebas, no hay indicios, pero…los dos argentinos tienen apellido árabe. Todas las gestiones realizadas por el abogado defensor ante diversos organismos, incluidos el INADI, han tenido como respuesta un silencio sepulcral.
También se puede agredir la sensibilidad religiosa de todo un pueblo, como en el reciente caso del código Da Vinci, o en la anterior exposición de León Ferrari y si alguien, aunque sea tímidamente se atreve a protestar, se lo tilda inmediatamente de intolerante, oscurantista, etc.
¿Estos casos no son discriminación? ¿Y si a alguien se le hubiese ocurrido presentar una escultura en una exposición con, por ejemplo, una estrella de David dentro de un inodoro, hubieran sido también tan tolerantes? Lo dicho: hipócritas y sinvergüenzas,
Volviendo al caso del principio, hay un camionero internado con una herida de bala. Quien efectuó el disparo es el dueño de un supermercado chino. ¿Algún organismo oficial o privado se preocupó por él? ¿Algún organismo, oficial o privado, se preocupa seriamente sobre las condiciones de explotación que sufren los trabajadores argentinos en los supermercados, chinos o multinacionales? ¿Alguien se preocupa seriamente sobre los argentinos que duermen en la calle, o revuelven la basura para encontrar algo que comer, o salen a cartonear? ¿De los discriminados económicos quien se ocupa en la Argentina? ¿Quién se ocupa de los argentinos? ¿Hay discriminados de primera, rubios de ojos celestes y discriminados de segunda, negros, peloduros, latinoamericanos, criollos? ¿Quién nos defiende a nosotros?
La respuesta es clara: debemos defendernos solos. Hoy como siempre y desde hace 200 años, los argentinos debemos defendernos solos. Nadie sobre la faz de la tierra saldrá a defendernos si no lo hacemos nosotros mismos. Dejemos a los pacatos y tilingos como buenos maricones que son, se horroricen de nuestras opiniones. Nosotros debemos decir la verdad sin tapujos y llamando las cosas por su nombre. Estamos en nuestra casa. Y si los chinos o quien sea, la quieren ir de pesados, que lo hagan en otra parte, no en la Argentina. Los argentinos somos hospitalarios y tolerantes, eso lo muestra nuestra historia. Aquí vinieron gentes de todo el mundo y se los recibió, y pudieron trabajar y vivir su vida sin que nadie los molestara, como no se dio caso en ningún otro país del planeta. Lo prueban nuestros apellidos, donde no falta ninguna etnia. Tanos, gallegos, turcos, judíos, polacos, rusos, armenios, alemanes, servios, africanos, japoneses, bolivianos, paraguayos, chilenos, anarquistas, republicanos españoles, falangistas, comunistas, liberales, socialistas, católicos, musulmanes, evangelistas y, repitamos, judíos, todos vinieron y no se les preguntó nada. Ni que pensaban ni cuanto tenían.
Quien quiso integrarse a la comunidad argentina lo hizo sin la menor restricción. Esta fue siempre tierra de asilo, de mano tendida. Algo que no pasa cuando algún argentino quiere radicarse en el exterior.
Pero si somos hospitalarios y tolerantes, no somos estúpidos. No van a venir a dictarnos como debemos vivir y como debemos pensar, y mucho menos van a venir a amedrentarnos y a corrernos con la vaina de la discriminación. Aquí nunca se discriminó a nadie. Si acaso, son las minorías las que discriminan a las mayorías nacionales. Y las discriminan económica, social, cultural y políticamente.
Los argentinos estamos solos. Debemos desandar el camino para volver a reencontrar el orgullo de haber nacido en esta tierra bendecida por Dios. Si reencontramos ese orgullo, si la azul y blanca anida en nuestros pechos mucho más allá de un mundial de fútbol, no habrá nadie que nos pueda correr a los ponchazos. Seremos verdaderos artífices de nuestro propio destino.
Y si canto de este modo
Por encontrarlo oportuno,
No es para mal de ninguno
Sino para bien de todos.
Rubén Oscar Tamborindeguy
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